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La experiencia única de recorrer la Central Mayorista de Antioquia

Actualizado: 4 oct 2019

Por: Elkin Mauricio Luna


Cuando nos referimos a una plaza de mercado pensamos que es tan solo un lugar destinado al abastecimiento de productos alimenticios, sin ir mas allá de esto. Sin embargo, estos espacios tienen una gran importancia cultural y social, pues conectan a la gente de las ciudades con el campo, proporcionando a los productos un valor agregado. En Colombia, según Katherine Vargas Gaitán en el periódico El Campesino, nos cuenta que las personas, con el paso del tiempo y la industrialización, se han alejado poco a poco de las plazas y optan por realizar sus compras en los grandes supermercados, muchas veces dejando de lado los productos nacionales para remplazarlos por aquellos importados y procesados.




A pesar de que la industria se ha posicionado con gran fuerza en las ciudades, las plazas de mercado se han mantenido y continúan teniendo las mismas cualidades que las han caracterizado por años, la posibilidad del encuentro y una atención más cercana, son unas de las tantas dinámicas que nos ofrecen estos espacios.


La ciudad de Medellín tiene el privilegio de tener dentro de su área urbana una central de abastos mayorista y una plaza minorista. También, cuenta con mercados efímeros que se realizan un día a la semana en diferentes parques y sitios de la ciudad, los cuales, a su vez, brindan a los campesinos la posibilidad de ofrecer sus productos y a los ciudadanos de acceder a ellos.


Hacía el año de 1784, en la ciudad Medellín, no existía una plaza de mercado formalmente estructurada. Un día, en esa época, se decidió llevar a cabo el primer mercado campesino (–INER-., s.f.), haciendo uso de toldos y apropiándose de la principal plaza pública con la que contaba la ciudad. A partir de ese momento los campesinos empezaron a tener la oportunidad de ofrecer a los habitantes de Medellín la posibilidad de acceder a productos alimenticios primarios, frescos y saludables.


Con el paso de los años y gracias al desarrollo urbano que tiene la ciudad, el mercado que habitualmente se realizaba un día a la semana, comenzó a modificarse y a estructurarse. En 1969, finalmente, aparece la Central Mayorista de Antioquia como una respuesta de la administración municipal a los problemas urbanísticos y sociales que se habían generado en el sector de Guayaquil, con los tradicionales negocios de la zona (Antioquia, s.f.). Su conformación tardó algunos años y fue solo en 1971 cuando la Mayorista inició sus operaciones con un total de 180 locales situados en 3 bloques.


Con la creación de este gran espacio muchos campesinos se vieron beneficiados, pues empezaron a tener un lugar más consolidado para ofrecer sus productos, pues no tenían que trasladarse a la ciudad un solo día a la semana, sino que, por el contrario, contaban con la posibilidad de poderlo hacer permanentemente. Los campesinos dieron a conocer a los ciudadanos antioqueños todos los beneficios alimenticios que el campo podía ofrecerles, generando así, un desarrollo económico para la ciudad. Gracias a este proyecto aumentaron los empleos y con el tiempo se fue dando el crecimiento de la infraestructura. Hoy en día, la Central Mayorista cuenta con 30 bloques y genera empleo para, aproximadamente, 15 mil personas.


Ir a La Mayorista se constituye como una experiencia única, desde el momento en que se ingresa por una de sus puertas. Por ejemplo, da la sensación de estar inmersos en una ciudad dentro de una ciudad por su estructuración; bloques que conforman manzanas, andenes que rodean manzanas, calles multimodales por las que no solamente transitan vehículos particulares sino también ciclistas, carretilleros, camiones y tracto mulas.


Por otro lado, esa conexión que mencionábamos en un principio entre la ciudad y el campo, se percibe en el preciso momento en que se recorren sus pasillos, al encontrarse con una diversidad de productos que se ofrecen en los múltiples sitios que la conforman, sin dejar de lado la multiculturalidad de las personas que lo frecuentan; desde el más joven hasta el más viejo, desde el más delgado hasta el más gordo, desde el más pobre hasta el más rico. Contrastes, esta es una palabra que hace parte de la Mayorista.



Visitarla también permite al usuario sentirse en un entorno totalmente diferente al que vive diariamente. Tener la posibilidad de escuchar de dónde provienen los alimentos que está comprando, su proceso de producción y las alternativas que tiene para servirlos en la mesa, generan un plus al negocio de adquirir alimentos, ya que permite comprender la forma en cómo el entorno natural nos provee los recursos necesarios.


Algunas personas pueden considerar que ir a estos lugares es algo estresante, hablando en temas de movilidad; en ocasiones se vuelve un poco incomodo recorrer sus calles dentro de un vehículo en espacios que muchas veces son reducidos o que simplemente están ocupados con permanencia. Moverse de local en local haciendo uso del carro puede llegar a ser una tarea tediosa, pues los obstáculos con los que se va a encontrar en la vía varían desde un gran camión descargando hasta una persona caminando con sus paquetes en la mano o una carretilla cargando bultos. Quizás es porque estos lugares no fueron creados para realizar las compras utilizando un vehículo, sino para un usuario, que al caminar, atraviese por todos sus espacios y, así, pueda tener la posibilidad de percibir diferentes aromas, observar infinidad de colores y sentir múltiples texturas, a tal punto de sentirse en el campo.


Podríamos empezar a pensar estos espacios como un centro cívico de negocios, que propician el encuentro y que permiten conectarnos con el campo. Darse la oportunidad de recorrer todos sus rincones para conocer la diversidad de productos que el campo puede generar para nuestro abastecimiento personal y comercial es una experiencia única. Tener el gusto de probar las cosas antes de comprarlas es algo que todos debemos experimentar por lo menos una vez en nuestras vidas. Conocer y escuchar historias de vida y procesos de producción es algo que nos permite tomar conciencia de cómo habitamos el planeta y, a su vez, nos permite valorar más las cosas que tenemos a nuestra disposición, sin menospreciarlas o simplemente creer que son de peor calidad por no ser productos importados. Apoyar a nuestros campesinos y productores nacionales es comprometerse con el país y permitir que el desarrollo económico de la región continúe dando pasos agigantados.

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